En un abrir y cerrar los ojos

Si estamos es un estanque, una ciudad o un prado encontraremos una flor. Flor que tiene un olor, color y un sabor.
Son grandes, pequeñas y de todas las maneras, son un mundo de sensaciones y colores. Esta flor está compuesta de muchos pétalos.

Carlos era un niño que cada fin de semana iba a casa de sus abuelos. Estos tenían una casa en la montaña, donde estaba rodeada de campo. Carlos estaba feliz de que fuera el fin de semana para que su abuelo lo paseara con el tractor.
Aquel vehículo le daba una gran libertad, ya que desde allí podía ver todas las flores y se sumergía en un mundo diferente al que vivía habitualmente.
Observaba todas las flores desde lo alto y recordaba aquella colcha que tenia encima la cama que también estaba llena de flores como las que cada semana disfrutaba.
Pero aquello se volvió oscuro como un cielo en las noches de invierno, frio y solo. Carlos ya no iba al campo cada fin de semana. Ya no podía oler las flores, ni pasear con sus abuelos por aquellos campos llenos de girasoles.
Los girasoles, le proporcionaban la felicidad, las sonrisas, los juegos, la ilusión, la luminosidad. Todo aquello significaba mucho para él y un día todo se volvió negro, como las tormentas que vivía cuando llegaba el invierno. Las puertas cerraron aquellas vistas, sus ojos dejaron de ver aquel maravilloso paisaje y Carlos nunca más volvió a tener la felicidad plena en su vida.
Aquella que tanto deseaba había desaparecido.