
Todas las noches, antes de acostarse, Laura enchufaba su lámpara, cogía un lápiz y una lámina y empezaba a dibujar. Su labor era utilizar la mina para plasmar todo lo que le había sucedido ese día. Eso le hacía sentirse feliz como una perdiz. Le sacaba la punta mientras se mordía el labio. Su imaginación le hacía sumergirse en el mundo del papel.
Una de tantas noches, recordó a su amiga Laia, una amiga de la infancia que hacía mucho tiempo que no veía. Marcaba con el carbón del lápiz la silueta de su amiga, y cuando pasó el grafito por la oreja del dibujo empezó a recordar la música que escuchaban las dos cuando se sentaban encima del tapiz que le hizo su abuelo. Era un tapiz precioso que representaba el dibujo de una laguna llena de pájaros y un señor llamado Lázaro encima de una barca. Pero estaba un poco confusa porque no sabía si le hizo recordar esa música el dibujo o porque realmente la había oído a través de la ventana.
De repente se oyó un ladrido muy fuerte, era su perro que no paraba de ladrar hacia la puerta de su casa. Laura se levanto corriendo para ver que sucedía. Detrás de aquella puerta había una señora con el pelo corto y la nariz respingona. ¡No podía ser!, ¡era ella!, ¡después de diez años sin verla!, la abrazó con todas sus fuerzas, y empezaron a contarse todas las cosas que les habían sucedido en todos esos años que habían pasado. Laia le contó que trabajaba como actriz en un teatro de Madrid, representando el papel de una aprendiz de cocina de un famoso restaurante en la obra teatral “Restaurante para tres”. Había regresado para visitar a sus abuelos, y se marcharía en dos días. Se preguntaron el por qué no se habían puesto en contacto ni una sola vez en todos esos años siendo tan amigas como eran.
Bajaron al patio para coger un poco de regaliz, que Laura tenía plantado en su pequeño jardín. Era una de las cosas que hacían cuando ellas eran pequeñas, comer regaliz mientras contaban todas las lombrices que encontraban en el suelo.
Cuando llegó el día de su despedida, acordaron que nunca más perderían el contacto entre ellas, se escribirían cartas, mensajes por el mail o simplemente una llamada telefónica, porque la amistad debería perdurar para siempre.
Puede ser que ese día Laura hiciera magia con su lápiz e hiciera volver a su amiga de la infancia.
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miércoles, 14 de marzo de 2012
EL LÁPIZ DE LAURA
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