QUE buena sería la educación en España si el mismo énfasis que se ha puesto en el asunto de «Educación para la ciudadanía», se hubiera extendido a todas las demás asignaturas, si las lupas con las que se han mirado los manuales para esa asignatura que de los nervios ha puesto a tantos padres, asociaciones, curas y periodistas que acusan a los planes gubernativos de «adoctrinar a la chavalería», se hubiesen aplicado a todo lo demás. Pero no, se ve que mayormente da un poco igual que nuestros chavales estén a la cola en las contumaces clasificaciones de educación europea, se ve que el hecho de que se hayan perdido tantos rasgos humanísticos en los planes educativos, que se hayan olvidado temas tan esenciales como la Geografía o la Literatura (estoy hablando en serio), que haya muerto el Latín, es lo de menos para todos esos luchadores por la libertad personal de educar a sus hijos como les dé la gana, que consideran un atentado a esa libertad que alguien venga a decirles a sus hijos que los maricones son gente normal con los mismos derechos que los demás. Soy un poco cafre, pero en el fondo, todo esto va de eso. La prueba es que nadie ha presentado nunca objeción de conciencia a una asignatura por el hecho de que en sus clases ya no se lee a benito Pérez Galdós sino una novela sobre vampiros, nadie ha protestado porque en las aulas ya no se aprende donde está Irán y hay almas benditas que si les preguntas donde está México señalan Extremadura. Eso no ha escandalizado a casi nadie, a qué engañarse. Lo que escandaliza es que se les enseñe a los niños lo que ellos llaman adoctrinamiento y en muchos casos no es más que sentido común. Finalmente lo que ha dicho el tribunal Supremo esta semana es que lo único susceptible de ser rechazado son algunos manuales de la asignatura. Pero es que eso mismo se podría decir de todas las demás asignaturas, empezando por la Literatura, donde en algunos casos se enseña una sarta de pintoresquismos baratos, y en los peores casos se hace de la Literatura una herramienta más del nacionalismo aplastante, donde un poeta menor ocupa mucha smás páginas que uno imprescindible sólo porque tiene a su favor el lugar de nacimiento.
Esto es lo que hay, amigos, decir otra cosa sería pecar de optimismo: lo que activó la protesta de algunas familias escandalizadas, no fue otra cosa que el mismo adoctrinamiento patético que decían estar padeciendo por parte de una asignatura que tenía todas las de la ley, nunca mejor dicho, para ser de las asignaturas blancas. Quizá prescindibles, sí, porque lo que en ella se enseña debería darse por sabido o debería ofrecerse en todas y cada una de las clases. Le pregunté a mi sobrino -de quince- que daban en esa asignatura y su respuesta no dejaba lugar a dudas: a cederle el asiento en el autobús a las viejas. Claro que habrá quien considere que eso es pura ideología, yo no digo que no. La educación, como todo en esta vida, es cuestión de ideologías, ese martillo que al parecer todo lo aplasta.
Con la decisión del Tribunal Supremo, considerada por muchos como la prueba irrefutable de que el Gobierno está detrás de todo, dueño y señor del poder judicial (se ve que la educación para la ciudadanía que ellos recibieron en las escuelas franquistas no les enseñó a perder), se ponen las cosas en su sitio: no es que los padres tengan menos derecho que antes, es que los padres pueden interponer demandas contra manuales o autores o incluso profesores, pero no sobre asignaturas. Uno puede interponer una demanda porque el manual que estudia su hijo dice que Lorca era un maricón que debe su fama como poeta por el hecho de que fue fusilado, pero no puede pedir que porque algún imbécil escribiese eso haya que cargarse la asignatura de Literatura. Pero esta aparente victoria del Gobierno, no debería hacerle olvidar lo esencial: Žla situación de la educación en España sigue siendo la que era, se siguen produciendo hechos violentos contra los profesores por parte de los padres y de los alumnos, el fracaso escolar y los malos resultados de las próximas tablas clasificatorias están cantados. Sobre todo en Andalucía.
Si los padres hubieran puesto tanta atención a todas las asignaturas que cursan sus hijos como la que prestaron a Educación para la Ciudadanía, seguramente nunca hubiera hecho falta una asignatura como la de Educación para la Ciudadanía: la buena educación hubiera sido una cosa que los chavales ya traían puesta de casa.
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miércoles, 28 de marzo de 2012
La buena educación
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