Bienvenidos a nuestro miniminimundo

Esperamos que disfrutéis de nuestro trabajo

miércoles, 25 de enero de 2012

"El paro juvenil en España también se debe a la legislación" Consulta el especial Europa completo

1. EL LUGAR DEL PODER. Basta con atravesar las puertas de la Cancillería Federal en Berlín, subir hasta la planta en la que Angela Merkel tiene su despacho —la canciller en persona abre la puerta, luego invita a entrar con una marcada cortesía— para comprender dónde reside de verdad el poder en Europa.

Existen con seguridad otros palacios de gobierno, seguramente más ampulosos en sus ornamentos y en sus protocolos, quizá para mejor disimular su creciente impotencia ante los acontecimientos que desgarran el continente en los últimos tiempos; están también los mercados financieros, señalados por muchos como la verdadera fuerza que, independientemente de las voluntades populares, dicta las políticas, los ajustes y el descrédito de la democracia en medio continente; y queda, naturalmente, la enmarañada burocracia de Bruselas, cada vez más sumida en su propia irrelevancia, incapaz de gobernarse y de gobernar el buque europeo en medio de la tormenta.

Pero ningún otro lugar de la vieja Europa refleja hoy la imagen del poder tout court, sin adjetivos, la teatralidad del imperio, como este imponente edificio situado majestuosamente frente al antiguo Reichstag en el centro de la capital alemana, diseñado y construido antes de su tiempo, pero que ahora parecería pensado exclusivamente para ella, espacios abiertos e inmensos, tonos suaves, cristaleras gigantescas, metáfora de transparencia política pero con perfiles duros, inflexibles. Más de 12.000 metros cuadrados lo convierten en uno de los mayores edificios gubernamentales del mundo: casi ocho veces la Casa Blanca. En un momento de la conversación, los tres periodistas le preguntaremos si acaso su carácter, el de Merkel, su permanente exigencia de rigor, no transmite también una imagen de una Alemania dura, dogmática, dominante.

—Me tomo en serio esas preocupaciones. Pero son infundadas.

Raras veces un canciller alemán ha acumulado un poder tan exorbitante. Se le llama Madame Europa, Canciller de Hierro, Frau Bismarck. ¿No le resulta inquietante?

—Yo actúo según mi leal saber y entender [...]. Pero si nos limitáramos a mantener un mero trato de cortesía los unos con los otros y diluyéramos todos los planteamientos reformistas, sin duda le haríamos un flaco favor a Europa.

Esto es, ni sí ni no. No se niega el poder, ni se ocultan las evidencias, se pretende tan solo su uso benéfico para con el proyecto europeo desde la firme convicción de que sus ideas, las ideas alemanas, la austeridad alemana, las soluciones alemanas acabarán por imponer su valor de cambio en las plazas revueltas por las primas de riesgo, los descalabros fiscales, los millones de desempleados.

Su despacho, en una esquina de una de las plantas más altas, tiene dos grandes ventanas. Desde una se alcanza a ver el magnífico edificio del Reichstag; desde la otra se distingue el hermoso edificio de la Filarmónica de Berlín, semiescondido entre la arboleda del Tiergarten, ahora desnuda por los rigores invernales berlineses. Cuando salimos todos, su portavoz, Steffen Seibert, el periodista de Gazeta Wyborcza, Bastosz Wielinski, el de Süddeutsche Zeitung, Stefan Kornelius, y yo, Merkel nos acompaña hasta la salida, se despide con un suave apretón de manos y cierra ella misma la puerta.

Antes, al entrar, la persona de protocolo me preguntó, mientras esperábamos a la jefa de Gobierno más poderosa de Europa:

—¿Es su primera vez en la Cancillería?

—Sí.

—Venga, le voy a mostrar un poco el edificio. Es muy grande, y aunque parece vacío y alguna gente tiene la impresión de que aquí no trabaja nadie, le puedo asegurar que en los despachos se realiza una tarea ingente.

—No me cabe ninguna duda, le respondo.http://internacional.elpais.com/internacional/2012/01/25/actualidad/1327480404_098456.html

No hay comentarios:

Publicar un comentario